
No lo sé.
Tengo una sonrisa radiante que adorna mis mejillas, y no la quiero entender. Es mejor quedarme con la sensación que replicar y replicar, que preguntar y preguntar el por qué, el donde salio y donde se escapará.
Voy a atar mi sonrisa al puerto de la felicidad, donde los rayos de luz entren por las ventanas de la pequeña choza al final del camino de tierra, y que al otro lado de toda esta magia exista un campo de flores de tantos colores que sea inimaginable la hermosura de esta.
La abstracción de mis pensamientos es completamente extraña, nada calza dentro de si, algunos pensamientos como vaivenes de miel se quedan parados y luego desaparecen derrotados. Aun así muchas cosas pasan a menos de un segundo, todo parece intentar desaparecer ... excepto algo... exceptuando ese pensamiento colorido que poco a poco a comenzado a tomar mi cuerpo como rehén de película terror, un pensamiento que no solo quiere comenzar y terminar en mi cerebro, si no que baja por la espina dorsal y comienza a expandirse como lo hicieron los chinos hacia tiempo atrás.
Una objeción que claramente no esta cuerda, un pensamiento que poco a poco comienza a ser parte de mi, indispensable parte de mi.
Una parábola de pensamientos que solo tiene un remitente seguro, y un destino al cual dirigirse, aquel que solo puedo describir con dos letras que combinan con total perfección
TÚ
eh ahí mi torrente de pensamientos, que no se detiene como un río.
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